Las urnas han hablado

Publicado: 24 julio, 2023 en Economía

El pueblo español ha votado. Y la primera conclusión es que le ha  puesto freno a lo que algunos consideraban  un paseo electoral contundente que daban por hecho, con el que pretendían dar la vuelta a un país que en los últimos años había decidido caminar por una senda de moderado progreso, profundización democrática, igualdad,  libertades públicas, avances en protección social e importantes matices en unas relaciones laborales excesivamente sesgadas hacia intereses patronales, que nos había dejado el anterior gobierno de Rajoy.

El pueblo español ha dicho no, aunque es cierto que con unos ajustados resultados, a la posibilidad de un gobierno excesivamente condicionado por  un extremismo de derechas, cargado de soberbia, con la marcha atrás y con la mirada puesta en un retrovisor que dejaba ver una España en blanco y negro con olor a naftalina.

Las urnas han hablado y han dejado mensajes interesantes que, por el bien de todos, deberían ser atentamente leídos e interpretados acertadamente por las fuerzas políticas de este país.

 Ha desaparecido definitivamente del mapa  un partido como Ciudadanos, que desaprovechó la oportunidad de recoger las aspiraciones de una parte de la población más modernilla de centro derecha, instalándose, a fuerza de querer ser transversal, en un espacio oportunista anti sanchista, demasiado poblado ya por otros, que acabó haciéndoles desaparecer por axfisia. El Partido Popular ha recogido, de forma natural, la mayor parte de los restos del naufragio naranja y rescatado parte de ese dislate extremista denominado VOX; han obtenido resultados positivos pero no tan buenos como para merecer encabezar un gobierno con apoyos suficientes en el parlamento. Y eso tras una campaña vacía de propuestas reales, pero plagada de tópicos y agitación,  de un Feijóo muy desinflado, desubicado y pillado en flagantes mentiras.  

Las izquierdas han aguantado el tipo y han podido absorber los impactos permanentes de la demagogia incansable, practicada por unas derechas desaforadas, gobernadas por el extremismo irracional y emocional.

Pedro Sánchez, una vez más, ha sabido caer de pié, mejorando levemente, y contra todo pronóstico, los resultados del PSOE y avalando así su estrategia de gobierno progresista de coalición y de diálogo en Cataluña; parece que los que esperaban, propios y ajenos, su descalabro con la escopeta cargada, tendrán que esperar a tiempos peores.

Yolanda Díaz, con un proyecto unitario recién estrenado, SUMAR, gestado apresuradamente por la urgencia electoral y, por lo mismo, alumbrado por cesárea, dadas las circunstancias, ha obtenido unos resultados muy dignos; mucho más teniendo en cuenta que una buena parte de los sumandos morados no han participado precisamente de forma entusiasta en la campaña electoral.

La ciudadanía española ha hecho su trabajo en la urnas, poniendo el freno de mano a esa marcha atrás que impulsan las derechas. Ha salido el dibujo de una España muy plural que, llena de matices y contradicciones, quiere mirar al futuro y crecer en libertad y progreso.

A las fuerzas democráticas les espera un camino ilusionante, pero difícil y empedrado de dificultades. 

Al PSOE le toca las responsabilidad de liderar un nuevo período de gobierno progresista. Para eso sería deseable que aumentara su cohesión, llevando las posibles discrepancias al debate interno, poniendo fin  esas boutades mediáticas de algunos barones socialistas, que tanto gustan a las derechas, pero que chirrían, desconciertan y disgustan al electorado de izquierdas. Zapatero ha dado ejemplo en esta campaña de como han de hacerse las cosas, en contraste con un habitualmente desbocarrado y desleal González.

A SUMAR le toca estar a la altura de la circunstancias, expandiendo el perímetro de lo que el bipartidismo consideraba como «posible», empujando sus propuestas políticas más audaces en materias económicas, sociales y laborales. Y para eso tendrá que consolidar un proyecto en el que muchas personas y formaciones políticas puedan encontrarse a gusto, caminando juntas, con debate pero sin broncas, con humildad y domando esa chulería torera que a menudo acompaña a una parte reducida de esa izquierda convencida de su superioridad moral y de su papel de guardiana de la esencias.

Las formaciones nacionalistas van a ser fundamentales para cuadrar números y conseguir mayorías parlamentarias. Pero si quieren seguir siendo el «clavo del abanico» tendrán que ejercer con prudencia, en el marco de lo razonable, sin dar munición al extremismo de las derechas y sin forzar una nueva, e incierta, convocatoria electoral. 

Nos esperan tiempos difíciles; pero pueden ser apasionanes y pueden venir preñados de cambios interesantes. 

Julián Buey Suñén

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