Septiembre. Vuelta a la rutina post vacacional. Y, como estaba previsto, empiezo el nuevo curso llevando a la chiquina al cole y sacando la perra a pasear. Cosas ambas que, después de una larga trayectoria profesional, y de cotizaciones ininterrumpidas a la Śeguridad Social, me puedo permitir con una cierta tranquilidad gracias al sistema público de pensiones.
En este quehacer matutino hoy he tenido la dicha de encontrarme con un viejo amigo, Arsenio, con el que, aún siendo él algunos años más joven que yo, tenemos compartidos muchos buenos momentos y algunas que otras batallas sindicales. No nos veíamos desde antes de la pandemia. Y eso que algunas llamandas telefónicas que nos hemo cruzado en este tiempo, siempre finalizaban con la expresión de la voluntad mutua de quedar un día a comer o al menos a tomar un café largo con charrada. Hoy tampoco podíamos extendernos mucho en el encuentro. Los horarios laborales de Arsenio y las obligaciones de un jubilata que, como las meigas, existir, existen, nos han obligado a llegar pronto a ese «tenemos que quedar con más tiempo», pero está vez con fecha señalada en el calendario de los móviles, con alarma incluida.
Eso sí, el escaso tiempo del encuentro lo hemos aprovechado para una rápida puesta al día.
-Y qué tal te va la vida, ¿como están tus chicas? -me pregunta Arsenio.
-Todo bien. La peque creciendo. Demasiado rápido, pero bueno, poco a poco se está haciendo una mujercica. Y tu que tal.
-En poco tiempo con muchos cambios. ¿Te acuerdas de María, aquella delegada sindical de ojos oscuros, melena rizada, verbo encendido y sabias palabras, que tanto me gustaba?
-Si claro, cómo no acordarme, estabas loco por ella. Y cuanto más te afanabas en coincidir con ella, menos caso te hacía….
-Pués mira, hace más o menos dos años, la cosa empezó a cambiar. Acabamos ennoviándonos y viviendo juntos.
-Ostras, pués me alegro un montón. No todos los días se encuentra uno con el desarrollo feliz de una historia de amor
-Pero mira -continúa Arsenio- al hilo de esto, te lo cuento porque vengo caliente con estos debates televisivos mañaneros. Hoy acerca de la carestía de la vida, la oportunidad-necesidad-legalidad de limitar precios en productos de la cadena alimenticia.
-Cuenta, cuenta -le respondo muy interesado en la opinión de este amigo rojete, acerca de un tema tan candente estos días. .
-Pues mira, parece que para algunos, la gran mentira de la libertad de mercado es un dogma intocable cuando a alguna Ministra se le ocurre plantear que los enormes beneficios de algunas empresas, además de ser de dudosa moralidad, están perjudicando gravemente los bolsillos de los trabajadores y, por añadidura, y están socavando la economía del páis al ser la principal causa de la inflacción…
-Cabreado te noto y con razón. La verdad es que ver y oir a algunos tertulianos, tanto en cadenas privadas con públicas, tana sesgados a la derecha es un ejercicio de alto riesgo contra el estado de ánimo.
-Si -prosigue Arsenio- pero además me toca moral y te cuento rápidamente, que ya se me está haciendo tarde. Fíjate que se habla de un pacto de rentas. Y parece que las organizaciones empresariales no quieren ni oir hablar de moderar precios y tan solo están interesadas en moderar salarios. ¿Y para que van a querer un pacto de rentas cuando por la vía de los hechos ya están bajando el poder adquisitivo de los salarios? En mi caso, el incremento que se ha pactado por el Comité de Empresa y por los Sindicatos con mi empresa ha sido del 2%, y sin cláusula de revisión salarial. Así que me han birlado, como quien no quiere la cosa, un 8%. Claro es que el interés de mis compañeros para moverse y presionar está muy cercano al cero. Y la empresa lo sabe, así que el Comité a tragar con el 2% o a no firmar Convenio, es decir incremento cero. En fin, contribución neta a mayores beneficios empresariales, que no a rebajar la inflación.
-Jodida está la cosa -asevero poniendo cara de circunstancias.
-Pero hay más. Al irme a vivir con María a su casa de Miralbueno, puse en alquiler el piso en el que vivía y que compré unos años en Parque Goya. Cobraba un alquiler modesto, por debajo de mercado. Su renta se venía actualizando con el IPC y eso me permitía atender escasamente el pago de la hipoteca y otros gastos del piso. Y mira por donde, a los míos en el gobierno se les ocurre intervenir en el mercado de los alquileres limitando el incremento de precios al 2%. Oye, no niego la necesidad de intervenir en el mercado de alquileres, pero hacerlo con tabla rasa, independientemente de la cuantía de la renta, me resulta difícil de entender. Al final, las rentas muy altas siguen siendo muy altas, si sacas un piso en alquiler, puedes ponerle el precio que quieras y que te paguen, con lo cual el problema sigue allí… Pero el muy razonable alquiler que cobro, queda minusvalorado, cuando además todo apunta a que más pronto que tarde me va a caer un importante incremento en la cuota de la hipoteca… Vamos, que a pesar de los muy loables esfuerzos del Gobierno, parece que a los currelas nos toca empobrecernos, mientras otros se forran.
-Te entiendo. Yo también ando mosqueado. La pensión cada vez llega para menos y tienes que andar escuchando machaconamente que las pensiones tienen que incluirse en las polìticas de rebaja de rentas, que ya se va viendo unilateral, insistiendo los tertulianos voceros de las derechas, en que no se revisen de acuerdo al incremento del IPC, tal y como se comprometió el Gobierno. Estos tipos, ¿tendrán padres y abuelos pensionistas?
-Bueno, te dejo. Ya seguiremos charrando. Que el tema está que arde.
-Un abrazo, amigo. Hasta pronto.